sábado, agosto 16, 2008

Brick y Funny ha ha

Brick y Funny ha ha. Qué deleite. Oxigenemos la atmósfera saturada que impuso la sobrevalorada Batman: the dark knight y hablemos de otra cosa.



Partamos por Brick, una película de detectives instalada en una secundaria californiana. El prototipo del investigador privado de impermeable y sombrero está desarrollado, aquí, por un simple estudiante. El villano y sus secuaces, también. En pocas palabras, los elementos clásicos del film noir o cine negro de detectives se canalizan en una cinta de adolescentes colegiales. Los componentes del género policial se tiñen de la atmósfera escolar gringa: la femme fatal, el informante secreto, las clásicas cabinas telefónicas, el misterioso crimen, la intriga. La ironía presente en el filme es innegable, sin embargo, la cinta es mucho más que eso. La fachada sarcástica que exhibe este submundo cuyo centro de operaciones es el sótano de la casa de la madre del líder de la mafia secundaria, es sólo una superficie. Indiscutiblemente, la originalidad y singularidad de la película es digna de exploración. Brick es sórdida, inteligente, realista. Plantea truculentos desengaños, traiciones y dilemas morales en clave detectivesca. El otrora candoroso Joseph Gordon-levitt, últimamente, pareciera ser sinónimo de buen cine. De prostituto gay en Mysterious skin pasa a interpretar al tradicional investigador privado con tintes de antihéroe: perspicaz, valiente, inteligente. Y por supuesto: golpeado, humillado, enfermo. Por lo demás, la imagen de la cinta es notablemente atractiva. Por una parte, emplaza texturas y escenarios noir en sitios cotidianos, evocando en ciertas escenas a la seducción y misticismo del cine de David Lynch. Y, por otra parte, recurre a prodigiosas secuencias, planos y movimientos de cámara propios de la frescura del más puro cine independiente. Las escenas de peleas son ejemplos evidentes de la innovación visual. Desde Memento que no aparecía una cinta policial tan astuta. Brick es una bofetada de ingenio y desfachatez que reivindica al género policial y se sitúa al nivel de pieza de culto.




Sigamos con Funny haha. La cinematografía gringa nos ha impuesto estructuras narrativas que, por lo general, son de intensidad dramática ascendente y ritmo expedito. Y nos hemos acostumbrado a aquello. Pero no hay que olvidar algo: el cine es un lenguaje, y como tal es capaz de plantear particulares formas de comunicación. Funny ha ha desafía a los cánones vigentes y consigue un resultado interesante. La cinta rechaza la grandilocuencia que implica una banda sonora, el trabajo de diálogos y una historia urdida, para brindarnos simples acciones dotadas de una excepcional naturalidad. Su esqueleto argumental es muy sencillo: cuatro o cinco situaciones en base a las cuales la película se sostiene. La gracia del filme radica en la forma. Un aire de documental la envuelve. La cámara, más que filmar, se entromete en los sucesos. Un brutal realismo es la consecuencia de ese bien ejecutado minimalismo. Los actores no parecen ser actores y la película no parece ser película. Pero lo es. Los parlamentos son tan triviales pero honestos, y las escenas tan corrientes pero espontáneas, que pareciera estar presenciando hechos reales. El filme se centra en la vida de una delgada protagonista y su entorno post adolescente, y nos habla de la incertidumbre, angustia e indefinición propias de los veintitantos. La franqueza, perspicacia y llaneza de la cinta es absolutamente admirable. Funny ha ha hace frente al relato tradicional y recurriendo a una narración pulcra, deliberadamente precaria, fiel a sí misma e irregular, exhibe una historia atractiva, sincera, efectiva y desinteresada y, de paso, nos hace pensar en las inexploradas estructuras argumentales que el cine puede utilizar. Definitivamente, no es una película para todo el mundo.

viernes, agosto 08, 2008

Perdidos en Bangkok


I.
Íbamos en un ascensor. Éramos Mónica Bellucci y yo. Un hombre común y una mujer inalcanzable unidos en una circunstancia. Nos dirigíamos a fornicar. Estábamos en el Lebua at State tower, un lujoso hotel de Bangkok. Nos conocimos en la sexagésima tercera planta, en el Sirocco, el sky bar más alto del mundo. La distinguí y no la perdí de vista. Ella miraba la fabulosa y resplandeciente ciudad y yo bebía un whisky. Éramos los únicos rostros occidentales. Atravesé la pista de baile y me situé a su lado. Dije: Thailand is a mixture of modernity and tradition, you know. Oí resonar las palabras en mi cabeza y me sentí como un guía turístico. Mónica sonrió. Créanme, fue extraordinario. Eso bastaba. Si arruinaba el diálogo, conservaría esa sonrisa.

- Where are you from? - dijo.
- Chile.
- Chile?
- Salas, Zamorano, Pinochet, Neruda…
- ¡Ah! Chile.

Un chilenito promedio y la actriz italiana más sensual del mundo. A eso le llamo estar en el lugar justo en el momento preciso. El idílico escenario y el alcohol afirmaban mi peso existencial. En otras circunstancias, a su lado me hubiese sentido como un insecto. Le pregunté qué hacía en Tailandia y me explicó que rodaba una película. Hizo lo propio y le revelé que me daba las vacaciones de mi vida. Entretanto, le extendí una cajetilla de Lucky strike Light con un cigarrillo sobresalido y le ofrecí fuego; luego encendí uno para mí. Mi maniobra fue fluida y me sentí orgulloso. Cada uno de sus gestos y movimientos eran un acto de una belleza sublime. Hablamos y bebimos durante casi una hora. Entonces ocurrió un milagro.

- Do you want to come to my suite and have sex with me? - me dijo.
- Are you kidding me?
- No.

Hubo un silencio de siete segundos, en seguida respondí.

- Yes, i will fuck you.

II.
El ascensor se detuvo en la vigésima quinta planta. Caminamos en silencio hasta llegar a la habitación 28 e ingresamos. Me hizo pasar al balcón, luego dijo que volvía en un segundo y me dejó solo. La vista era maravillosa, el río Chao Phraya y la modernidad en su máxima expresión creaban un cuadro majestuoso. Mónica volvió con dos whiskys y dos pastillas. Puso una en su boca y otra en la mía, después me instó a digerirla con un prolongado sorbo. Estaba entregado, como un rehén. Conversamos cosas que no recuerdo y acabamos nuestros vasos. El beso fue arrebatado y a quemarropa. Nuestras lenguas tuvieron sexo. Ambos sudábamos y jadeábamos y palpábamos y ansiábamos. Nuestra acompañante, la gloriosa panorámica nocturna, se reía de nuestra fragilidad y finitud.

Cerré los ojos. Los abrí y estábamos en su cama. En una de las paredes de la alcoba lucía un enorme plasma que exhibía el video clip tear us apart de She wants revenge. Una imagen obscenamente sexy armonizaba el ritmo electro pop: la vacilante desnudez de Mónica sobre mí. Nuestras distorsionadas percepciones se fusionaban en deliciosos vaivenes y caricias. Me besó y de nuevo cerré los ojos. Volví a ver y ella ahora estaba boca abajo recibiendo mis arremetidas. Todo era difuso, como un sueño.

De golpe, aterricé en la tangible realidad: mi cópula con una actriz mundialmente famosa. Me desprendí de la carnalidad del contexto y saqué conclusiones. Estaba follando con un concepto estético imperante. La belleza es un poder, tal como lo es el dinero y las armas. En cierta forma, pensé, mi acto sexual con Mónica Bellucci equivalía a hacerme presidente de una empresa multinacional o a poseer una bomba atómica. Tenía sexo con el emblema contemporáneo de la belleza. Me sentí el rey del mundo, justo después eyaculé.

III.
En la mañana desperté con las rodillas débiles. Sentí una ambigua mezcolanza de sensaciones: satisfacción, pudor, vergüenza. Comprendí que lo más difícil sería la conversación matutina. La clásica timidez del chileno saldría a flote. Mónica estaba en el balcón del cuarto charlando por celular. Hablaba en francés. No entendí nada, sin embargo, escuché varias veces la palabra Vincent. Entró a la habitación y simulé estar dormido. Caminó de aquí para allá y finalmente oí un portazo. Me levanté y vi una nota sobre la cama.

"I had to go. I spent a really good time with you, i hope you too. Bye, stranger."

La firma decía Mónica B.

Con una sonrisa indestructible, prendí el plasma. En todos los canales de televisión se hablaba de un insólito eclipse lunar que tuvo lugar a eso de las 2 de la madrugada. Varios científicos expresaron sus opiniones y algunos se atrevieron a decir que se trataba de un síntoma del fin del mundo. Ciertas personas, incluso, describieron asombrosos sucesos de que fueron objeto durante la noche. Apagué la pantalla y espontáneamente exclamé lo siguiente: ¡bendita anomalía lunar!